Las crisis económicas siempre es más fácil medirlas o cuantificarlas a través de estadísticas. Los fríos números golpean, asombran, pero siguen siendo cifras sin alma que apenas cumplen su efecto inicial, se olvidan. Cuando estos datos toman cuerpo, se vuelven carne y hueso, la perspectiva cambia.
Emilio Vuksanovich tiene 73 años, y logró jubilarse, pese a haber trabajado toda la vida, gracias a la moratoria previsional del kirchnerismo y todavía está pagando los años que pudo comprar para completar el piso de aportes. Mientras tanto, como el Coronel de Gabriel García Márquez, espera todos los meses que llegue la carta que le avise que terminó el juicio que les inició a sus patrones de toda la vida que nunca le hicieron los aportes. Cosas que pasan.
Don Emilio debe sobrevivir cada mes con la jubilación mínima de poco más de 5400 pesos, con los descuentos.
“Yo trabajé toda mi vida como chofer de micros y camiones, pero como las empresas no me hicieron los aportes no pude jubilarme por esa caja, y sólo pude hacerlo con la mínima por la moratoria durante el gobierno de Cristina (Fernández)”, narró Vuksanovich.
Golpeado por todos los costados, Don Emilio se animó a diagnosticar que “este 2016 fue el peor año que yo me acuerde desde que tengo uso de razón”.
El hombre, cansado de los largos trámites y la burocracia sin fin, ya desistió de recurrir a PAMI para gestionar medicamentos o asistencia médica, y resuelve todas sus dolencias a través del centro de salud barrial.
“Yo consumía un medicamento para la hipertensión, pero como había que dar muchas vueltas para conseguirlos, ahora me dirijo directamente a la salita del barrio”, describió.
Uno de los logros del anterior Gobierno nacional fue la implementación de la tarjeta de crédito Argenta, sin embargo, los cambios incorporados por la administración de Mauricio Macri genera algunas dudas en los ancianos que, en muchas casos, decidieron dar de baja el plástico.
“Yo tenía la tarjeta Argenta y la usé algunas veces, pero cuando cambió el gobierno la di de baja, porque no tengo resto como para poder usarla”, apuntó.
Para ir “puchereando”, a sus 73 años, Emilio sigue haciendo changas en mecánica y soldadura para reforzar el ingreso jubilatorio.
“Es una vergüenza que tengamos que vivir con 5400 pesos. Tuvimos que recortar en todo. Ahora vamos a la carnicería y tenemos que comprar carne picada. De comer un asado ya nos olvidamos, salvo que lo traigan los hijos, pero sino es imposible. Lo que cobro no alcanza para nada, así que siempre tenemos que vender algo para ir sobreviviendo”, se lamentó Vuksanovich para luego ironizar con la autoridad que le otorga una larga vida de sacrificios: “Viva la revolución de la alegría”.
Fotos Javier Cebrero
