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Un tesoro escondido en Wheelwright

En casi todos los cuentos de Joseph Conrad aparecen coleccionistas. Los hay hasta de amigos. Incluso Kurtz, el célebre personaje de El Corazón de las tinieblas, inmortalizado en la película Apocalipsis now, era un coleccionista de cabezas. Federico Sturzenegger, que no oculta su pasión por la literatura, se embarcó como en los cuentos de Conrad en cuanto se enteró de la existencia de un coleccionista de monedas.

Tras intensas gestiones telefónicas, el presidente del Banco Central, emprendió viaje a un pueblito santafecino conocido como la capital provincial de la música, cerca de la localidad bonaerense de Colón cuyo nombre recuerda a William Wheelwright nacido en las costas de Massachusetts, cerca de Boston, que fundó en Chile una compañía naviera y en Argentina se involucró en la construcción del ferrocarril.

De acuerdo a quienes estuvieron involucrados en ese operativo, Sturzenegger llegó a Wheelwright en auto y se encontró frente a una típica casa clase media.

Héctor Carlos Janson, el coleccionista, lo recibió un día que nadie quiere precisar con la mejor noticia: la decisión tomada de donar la más amplia y valiosa colección de monedas de la Argentina.

Cuentan algunos testigos que un inquieto Sturzenegger quiso ver entonces la famosa colección, pero nada en ese hogar indicaba que allí se guardaba un tesoro.

De pronto, como en los films de James Bond se abrieron paredes y emergió una especie de bóveda que contiene lo que hoy se exhibe en el museo del BCRA que en honor a la donación lleva el nombre de Héctor Carlos Janson.

Janson, que empezó con un kiosco de diarios, comenzó a atesorar monedas para regalarlas a sus hijos. Sus primeras compras fueron en el porteño Parque Rivadavia. La colección se alimentó gracias a su interés por la historia y se multiplicó por ese extraño motor que impulsa la obsesión de los coleccionistas.

Los expertos aseguran que Janson se guió en parte por su instinto y mucho por estrategia para conseguir piezas que en conjunto reflejan la historia económica de la Argentina. Monedas cuyos orígenes se remontan a 1813, otras acuñadas por un autoproclamado Rey de la Patagonia; metales de distintas provincias antes de que existiese el peso forman parte de unas2.800 piezas. Entre ellas, la de dos escudos de oro de 1813 que es la considerada más valiosa.

También titilan los botones del tapado de Facundo Quiroga que eran de oro y que el tigre de los llanos perdió en la batalla de Oncativo en febrero de 1830. En aquella pelea las fuerzas unitarias al mando del general cordobés José María Paz vencieron a las fuerzas federales al mando del general riojano Facundo Quiroga. Esos botones eran una muestra de la cantidad de oro que por entonces había en La Rioja.

Hay otras acuñadas en la Ceca de Potosí entre los años 1813 y 1815, durante las campañas militares al Alto Perú de los Generales Belgrano y Rondeau.

Y están las monedas de emergencia utilizadas por el ejército durante la Guerra contra el Paraguay, entre 1864 y 1870. En aquel tiempo por la crisis provocada por la guerra, Argentina sufría deflación y las monedas se partían para expresar parte de su valor.

Otra curiosidad son las emitidas por Julio Popper desde Tierra del Fuego.

Se trata de un asombroso personaje que nació en Bucarest, Rumania, en 1857 y se radicó en Buenos Aires en 1885. Un año más tarde, Popper viajó al Cabo Vírgenes y luego a Tierra del Fuego, donde ya se habían descubierto ricos yacimientos auríferos.

Allá fundó en El Páramo, en la bahía de San Sebastián los “ Lavaderos de Oro del Sud” para explotar la riqueza de la zona. Le fue demasiado bien. Y tal como era estilo en la época, acuñó su propia moneda.

 

Fuente: Clarín / Silvia Naishtat

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