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viernes 26 abril 2024
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TMG: la fábrica venadense que pasó de los taladros a los patines

Guillermo García es propietario de TMG, una fábrica de chasis para patines oriunda y asentada en Venado Tuerto. Están en actividad produciendo patines desde 1981, aunque la empresa fue fundada por su padre en la década del ’60 para fabricar taladros y electrobombas para el campo. En los ’80, como los hijos patinaban en el club Newbery, incorporaron la elaboración de patines casi de casualidad. Actualmente, el 90% de la producción está centrada en los patines, un cambio radical del  perfil productivo de la empresa.

“Hay cosas que no se dan de un día para el otro, te vas acostumbrando. Los taladros y las electrobombas se vendían, la fábrica estaba armadita, así que lo de los patines fue un desafío. En esa época el patín estaba en auge, era un deporte que nacía. Nosotros pasamos a fabricar la planta, que es la base, lo que es de metal”, explica el empresario.

En los primeros años de democracia, con el boom del patín y la multiplicación de presentaciones escolares que incluían la actividad o de pibes que la elegían como deporte, los patines eran traídos por los que estaban acomodados económicamente y viajaban al exterior, porque en el país no había material disponible. Era un deporte hasta entonces desconocido. “Se dio que un fin de año que se realizan los festivales de patín, donde los nenes y las nenas demuestran lo que aprendieron, en ese festival, como sus hijos patinábamos, mi papá integraba la comisión. Entonces prestó el taller para soldar una parte del escenario. Cuando vienen a trabajar, el profesor de patín que venía desde Rosario, se encuentra con una fábrica en funcionamiento. Cuando ve todo eso, lo agarra a mi papá y le pregunta si no puede fabricar un patín”, cuenta Guillermo.

En esa oportunidad su hermano ganó el torneo y dice que fue una inyección anímica para que su padre se largara a la fabricación de patines. Las mismas máquinas y herramientas que fabricaban los taladros podían usarse para la producción de patines de buena calidad. Así empezó una nueva historia en la empresa familiar. Actualmente tienen un plantel de once personas trabajando. La fábrica, durante los primeros años, hasta la incursión en los patines, siempre funcionó con cuatro personas. Antes se encontraba en calle Edisón, entre Iturraspe y Roca, hasta febrero del 2015, que se mudaron al Parque Industrial, en un predio de 800 metros cuadrados. “La modernización y la capacitación implicó adquirir maquinaria más moderna, aunque algunos tornos de los que vio el profesor de patín allá por los ’80 todavía los tenemos”, comenta.

Para mantenerse en el tiempo y conseguir entrar en el mercado nacional, García dice los ayudo el hecho que no había competencia. Después, la tarea fue mantener estándares de calidad para lograr consolidarse y durar. “Un patín importado era solo para los que tenían mucho dinero –detalla-. Nosotros pusimos un producto nacional al alcance de todos”. En la fábrica se producen los chasis, es decir, la estructura fundamental para la elaboración del patín. Después se lo venden a un distribuidor. La incorporación de las ruedas, las botas y el resto del valor agregado del producto, lo realizan quienes compran sus chasis. Es el distribuidor quien arma el patín en función de la demanda y lo comercializa.

Sobre el impacto de la reorientación de las políticas económicas descargada por el gobierno nacional, García dice que “todo afecta”. Explica que durante el gobierno anterior, cuando estaban cerradas las importaciones, vendían muy bien. El patín más básico se vendió siempre –dice-, sin embargo, a los de alta gama para competición no lo fabricaban porque venía desde Italia a un precio razonable. Con el cierre de la importación, entonces pudieron empezar a producirlos e insertarse en otras zonas del mercado que antes tenían impedidas. Lo probaron con un venadense que participó en una competencia en Alemania. Cuando se enteraron que salió cuarto, decidieron que la plancha servía y, por lo tanto, decidieron darle vía libre y largarlos a la venta. “Las sacamos al mercado y tuvimos la facilidad que estaban conceptuada de primera calidad, así que inmediatamente las empezaron a comprar”, apunta.

La caída de las ventas fue asombrosa. En el 2012, hasta el 2014, de ese patín de alta gama vendían alrededor de dos mil pares. Hoy, de esa misma plancha, venden entre 250 y 300 pares. Para contrarrestar el golpe de la disminución de ventas y acomodarse para mantener el personal y la tecnología, tuvieron la suerte que el modelo básico triplicó la venta gracias al entusiasmo generado por Soy Luna, un programa de televisión donde el patín tiene un lugar central. De esa manera, pudieron amortiguar los efectos más duros de la crisis y sostenerse en esta actividad inédita para la región.

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