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viernes 26 abril 2024
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Libros a pedal

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(Lucas Paulinovich para PUEBLO Regional) Las calles de Venado Tuerto siempre dejaron cierta sensación de soledad en el lector: solamente una librería comercial se gana lugar entre los locales de ropa, las agencias de quinielas, las casas de bijouterie, los bancos o los bares. Encontrar un libro fuera de los que integraban el paquete de envíos de las grandes distribuidoras, era una carrera contra los impedimentos. Había que mandarlo a pedir, dar con él a través de un contacto por fuera de la ciudad o esperarlo hasta que se produzca una coincidencia.
Por esas mismas calles ahora circulan los libros de Librería Sur, el proyecto de librería móvil que hace un año y medio montó Fabricio Soldevilla. Estudiante de letras en el profesorado N° 7, harto de la relación de dependencia laboral y los condicionamientos que se le desprenden, empezó a acumular libros y a ofrecerlos a través de Facebook, generando una red de comunicación donde las compras se cierran de forma virtual y el contacto en esa comunidad es permanente, el librero y el lector en una alianza en la que el intercambio no se forja en la relación básica de la publicidad, sino lo que predomina es el interés por el libro. Una forma de conseguir ediciones más económicas y de manera más inmediata que la vía comercial clásica.
También organiza y participa periódicamente en ferias abiertas en su casa, en los bares y espacios culturales o los pasillos del instituto. Esa es la modalidad de la librería andante, que ahora todas las mañanas las dedica al ciclo Cortázar en Bicicleta, que propone desde una biblioteca que se fue elevando dentro del Galón del Arte. “La verdad es que me gusta mucho hacer ese tipo de cuestiones. Yo las llamaría, más que ciclos o eventos, ‘excusas elegantes’. Por nombrarte, lo que era la Librería Abierta, el asunto de revolver libros y ‘sentirse como un niño en una juguetería’, tenía esa finalidad que remarcas, la de motivar a acercarse, quizás con algo distinto. Era fantástico, les abría la puerta de mi casa a lectores (algunos) desconocidos, revolvía los libros, tomábamos unos mates y hablábamos como si fuéramos amigos. Me valió muchos conocidos y muchas historias la librería”, dice Fabricio. Los libros a puertas abiertas, al alcance, de eso se trata en lo elemental.
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Nuevas herramientas, nuevos lectores
Es una de esas experiencias que surgen justamente como maneras inmediatas de llenar esos huecos que el imperio del lucro y la estandarización industrial de los productos van dejando. Un lugar donde pueden estar los libros que no fueron vendidos, que permite encontrar al libro, como un objeto particular. También genera otro tipo de respuestas que replantean lugares comunes: “quedé sorprendido con la cantidad de lectores que hay en Venado. Como todo emprendimiento, al principio tuve ese miedo de que no prospere, pero en el transcurso (y a medida que se sumaban más contactos, por sugerencia o por curiosidad) veía que había muchos lectores, y no sólo un público mayor, si no jóvenes”.
Ese acercamiento alternativo, basado en la promoción y el intercambio cotidiano con los lectores, rompe la lógica tradicional del mercado y propone una nueva dinámica: “quizás es forma de que los libros se muevan a través de las redes, fuera de ese mercado tradicional, les facilitó el alcance, o les reavivó cierto interés por ver ese objeto moverse dentro del campo que ellos conocen y dominan que es o que son las redes sociales. Además que otro punto que buscaba yo desde la librería virtual era desestructurar en cierta medida ese ‘comercio’ desinteresado de libros, no tomarlo sólo como una mercancía. Por eso, lo que es Facebook me posibilita publicar poesías, extractos de textos, videos, y demás cuestiones que despierten un interés o una curiosidad en la literatura”, comenta.
¡Estos jóvenes que no leen!
La juventud y los libros siempre fue una combinación explosiva. La vida necesita de los libros para estallar de otra manera, para encontrarse a sí misma en ese vuelco constante en el mundo.
La herencia neoliberal caló profundo en el modo de vida, en los hábitos de consumo y en las formas de entretenimiento: desde los grandes medios de comunicación se ofrecen alternativas que tienen muy poco en cuenta a la lectura; el mercado del libro se adaptó a esa oleada de espectacularidad y gobiernan los libros de moda, la literatura escrita para clientes, las recopilaciones rápidas de anécdotas y confesiones de referentes de la farándula, dirigentes políticos o estrellas de la televisión; los sellos editoriales, cada vez más concentrados en pocas manos (con fuerte presencia de las firmas internacionales), eligen para sus catálogos los temas y autores que el mercado de consumo febril y al paso exigen; la bibliotecas populares batallan en relativa soledad e indiferencia impulsando la lectura, difundiendo los nombres de las obras que marcaron la historia de la literatura nacional o que se producen al calor de la realidad, desafiando las lógicas de oferta y demanda (siempre fraguadas desde los que tienen el mando del mercado, que hace tiempo dejó la ilusión de regularse a sí mismo) y permitiendo la sobrevivencia de la imaginación libre.
Uno de esos jóvenes que se crio al calor de ese proceso, que entabló su relación con la lectura saliendo de esos años, es quien pedalea la bicicleta que reparte libros por la ciudad. Hay algo de militancia en todo eso: “yo creo que milito, si usamos esa palabra, lisa y llanamente por y para la literatura. En los últimos años, incluso antes de la librería, la literatura empezó a formar parte de mi vida, cada vez más, y creo que es simplemente por eso. En cuanto a la bicicleta por un lado es por innovar, acercarle aún más el libro al lector, generar otro contacto. Muchas veces me han invitado a unos mates y otras largas charlas en la misma vereda. Muy pocas veces sucedió el simple: ‘hola, traigo un libro-cuánto es-tanto-hasta luego’. Además que Venado en otoño, en bicicleta, es un poema”, explica el librero.
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Los lectores de hoy en día
Otra vez la juventud aparece de forma disruptiva en la sociedad venadense: una presencia movilizadora que une la experiencia de la Biblio Ameghino en los ochenta, las experiencias contraculturales en torno al Centro de Expresión Joven y las nuevas camadas que empezaron a ganar lugar a través de la organización durante la última década, estableciendo un puente generación que se concretó en trabajos conjuntos entre músicos, escritores y artistas emergentes de los primeros años de la democracia con los jóvenes nacidos en los noventa.
Todavía hay jóvenes que aman los libros, que pueden emocionarse con un verso o sumergirse en las derivaciones de las historias narradas por esas voces que caminaron el mundo de las letras ejerciendo su voluntad artística, llevados por el impulso creativo, inspirados en la expresión orgánica de su sensibilidad particular. “La librería me permitió a mí, como joven estudiante de letras, insertarme en la cultura desde esa entidad, usarla como trampolín para aportar ideas propias, sacarla de la casilla de la sola compra y venta de libros. Un ejemplo de trabajo en conjunto es el Restó del Galpón, manejado por jóvenes también y siempre abriendo las puertas a otros jóvenes, dando el espacio, haciendo puentes culturales. Además, últimamente estoy en conjunto con un grupo de artesanos y diseñadores, Feria de noche-Nieve de día, con los cuales se está promoviendo una linda movida de paseo de ferias independientes. Esto te hablo desde mi experiencia, pero se nota en otros ambientes también, hay mucha gente en Venado interesada en la cultura”.
Esos jóvenes actúan, no esperan la llegada de los libros como una delegación del saber, sino que van en su búsqueda, generan espacios para propiciar la creación, para distribuir el goce que suscitan los libros. Es un acto de emancipación: abren las puertas de las bibliotecas y se apropian de los textos, encuentran en los libros una puerta abierta hacia otras instancias de percepción de la realidad, otra forma de mirar y habitar el mundo. Que hacen de los libros un objeto vivo, lleno de preguntas sobre ese universo en el que se abre y dice. Verseremos, el programa que Fabricio conducía en Radio Ciudad junto a Rafael Sevilla, compañero de estudios y amigo, es una de esas alternativas para llenar de literatura el ambiente. “Verseremos, el año pasado, fue una experiencia muy buena. Además de pasarla muy bien (los programas, excepto las poesías elegidas y los textos eran improvisados) aprendimos mucho al respecto de la poesía y de los mismos comentario de los oyentes, que te dan otras perspectivas de temas tan cotidianos como el amor, la mentira, la felicidad, etcétera. Siempre es un estar ahí disponible, yo al menos desde este pequeño proyecto que es la librería, para nuevas ideas o proyectos para difundir la literatura y la cultura”, sintetiza.
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Estar ahí implica tener los libros en la mano, recibir la vida que albergan y llenarlos con la vida del que lee. Porque la pasión es contagiosa. “Desde el profesorado te puedo decir que quizás una de las falencias proviene de ámbito de la escuela. Se sabe que si el conocimiento no es correctamente transmitido y más aún, si se transmite con desgano, con rutina, no transforma. Tal vez lo que haga falta es más gente que transmita y despierte pasiones desde temprano, que inserte, si no de lleno, pero sí al menos en parte, cada vez más personas en el ámbito de la literatura, de la lectura. Y eso, desde luego, que acarrea la circulación de libros y la producción local, porque escribir es, primero que nada, leer, leer, y leer”.

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