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Landaburu relata la otra historia de Venado Tuerto y de Cayetano, el Negro que escribió la marcha

cayetano silva(Pueblo Regional diciembre, Lucas Paulinovich) La milicia y la música se unen. Toman contacto en las obras que representan a las fuerzas armadas, las que suenan en sus actos, las que impusieron al resto de los actos institucionales, que se repiten en las escuelas y las plazas algunos días al año. Al terminarse el siglo XIX, Cayetano Silva, que había llegado a Venado Tuerto contratado por la Sociedad Italiana para dar clases de idioma, escribe una marcha. Cuando el Ministro de Guerra, Pablo Riccheri, la escucha, decide elegirla como marcha oficial del ejército. En conmemoración a la ciudad de su nacimiento, propone titularla como Marcha San Lorenzo. Unos años más tarde, Carlos Benielli le agrega la letra. Desde entonces, en cada uno de los actos, en cada celebración y cada aniversario suenan las estrofas que sintetizan una gesta patriótica única: la vez que el general San Martín combatió en territorio nacional, defendiendo las aguas del río Paraná.

El homenaje a Cayetano Silva viene a reconocer uno de los próceres de la ciudad, a veces olvidado en la confusión y la falta de circulación de la historia local. No es demasiada la atención que se le prestan a los acontecimientos que conforman el pasado venadense. Poco se enseña lo que pasó en éstas tierras cuando pasaban esos episodios trascendentes que eligen los libros de historia y las curriculas escolares. “No creo que haya sido un acto de desagravio, sino un homenaje que el jefe de la policía provincial que estuvo radicado en nuestra ciudad bastante tiempo, que es un admirador de Cayetano Silva, pretendió hacer sabiendo que Silva perteneció a las fuerzas policiales. Es un hombre amante de la historia y reconoce la Marcha de San Lorenzo como el segundo himno de los argentinos”, cuenta el historiador Roberto Landaburu, uno de los que más atención puso a la historia de la ciudad.

De ascendencia africana, Cayetano Silva era conocido como el Negro Silva. Por ser negro le negaron la sepultura en el panteón policial y fue enterrado sin nombre hasta el traslado de sus restos a Venado Tuerto. “Si algo le gustaba a Silva era que le dijeran el Negro Silva. Había sido director de bandas del Ejército Nacional, de varias unidades, no tenía ningún tipo de discriminación. Ninguno de sus hijos y nietos así lo expresaron. Se reconocían la calidad artística de él”, dice Landaburu.

Bohemio, deambulador de teatros, centros sociales y escuelas de artes, saltó de la participación en las bandas militares a las presentaciones en boliches y bailes, de las marchas solemnes a los valses, las polcas y las primeras incursiones de tango. Estaba ahí, en ese caldo que iba formando las músicas populares, que daban forma a los repertorios que se apropiarían y llenarían de contenido los teatros, los salones y los prostíbulos. Los lugares donde alguien iba a tocar, algunos bailaban, se producían los encuentros. La Argentina de la organización, recibiendo inmigrantes, reconociendo los desplazamientos internos que empezaban a diseñar el reparto del territorio, las ocupaciones, asentamientos, el poblamiento de la gran extensión.

roberto landaburu“A fines del siglo XIX todavía había descendientes afro. En nuestra zona el censo de 1887 registró solamente uno que lo tenía Juan Mariño con él en su chacra. Esto es corazón de la pampa gringa, desolada, con incursiones indígenas, que fue ocupada principalmente por criollos, que habían servido en casi todas las guerras de la organización nacional, de la independencia o contra el indio. Después fueron tapados por el alud inmigratorio que se inició por el 1850 y se acrecentó en 1880, cuando las tierras fueran liberadas para ser ocupadas”, describe el estudioso local.

La historia de los hombres

Perdido en el centro de la pampa gringa, tierra supuestamente abandonada, campos interminables dejado para la producción, para el ganado y las partidas aisladas, las historias de Venado Tuerto no parecen tener un lugar prioritario dentro del gran relato histórico de la nación. En esa secuencia, los nombres ilustres de la ciudad se reparten en unas pocas personalidades. Todavía queda por explorar la historia local. Cayetano Silva es uno de esos personajes célebres que, aún sin ser demasiada conocida su biografía, integra el panteón de héroes venadenses. Así contada, una ciudad de visitantes.

“Eduardo Casey también está enterrado en Venado Tuerto, por una gestión del exintendente Garnier. El nieto se entera que los restos que estaban en La Recoleta iban a ir a Rosario. Entonces lo repatriaron. Casey es el fundador de la ciudad. Cayetano Silva vino acá a enseñar italiano, estuvo tres o cuatro años, pero era uruguayo de nacimiento”, apunta el autor de Irlandeses, libro sobre la vida de Casey.

Desde el Elortondo creció el mito que pone el origen de la Marcha San Lorenzo en las improvisaciones e intercambios que realizaban junto con Oscar Botto, un bandoneonista que trabajaba en el prostíbulo de doña Elvira. La gran marcha patriótica encuentra nacimiento en los juegos musicales de las noches de recorrida, los momentos mínimos que circulan por la historia, que se inyectan en los grandes hechos que recuerdan las páginas de los libros y manuales. La vida de los que vivían en estas tierras, entre esas gentes se formó la marcha militar que en 1911 sería tocada en la coronación de Jorge V en el Reino Unido.

“Yo no puedo decir nada de esa época, porque recién empezaba el bandoneón y el tango, a punto tal que Cayetano Silva escribió en 1895 la parte musical de la obra de Florencio Sánchez, ‘Canillitas’, que se estrenó en Rosario. Se sabe que Cayetano incursionaba en los primeros tangos, incluso cuando se bailaba entre hombres. Que haya estado en Elortondo, no lo sé. Sí sé que estuvo en Carmen, y que formaba a la par una pequeña orquesta con la que salía a los bailes”.

El perfil particular de Cayetano Silva queda olvidado detrás de la imagen del hombre de la gran inspiración, el autor alto de la marcha militar. Antes había un hombre. “El negro Silva era un bohemio que no duraba en ningún lugar –señala Landaburu-. Fue director de la banda del Regimiento N° VII en Rosario, también en Puerto San Martín, en Mendoza, en San Juan. Estaba un año y se tomaba el buque. En esos interines, él enseñaba música. La Marcha de San Lorenzo fue instrumental. Por el año 1906, cuando hacía rato que estaba, el conoció a Javier Benielli y le hice escribir la letra”.

Esa composición forma parte del repertorio obligado de los actos públicos y los festejos escolares, pieza fundamental de la colección de canciones nacionales, con aires bluseros recuperados por Billy Bond y la Pesada del Rock and Roll en 1972 en el inicio de un rescate de marchas militares por desde la música popular, que se fue reapropiando de los sonidos que integran la liturgia de las ceremonias, quitándole sus sones solemnes y protocolares y reinventándolos desde otras sonoridades. Reinventado la historia, reviviendo en algo a sus hombres. “Escribir esta marcha con esta cadencia, con esta inspiración, lo superó, porque Cayetano Silva está unido indefectiblemente a la Marcha de San Lorenzo”, dice Landaburu.

 

 

 

 

 

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