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Galpón del Arte: 32 años de una referencia cultural en la ciudad

PUEBLO Regional – La obra terminaba con un grupo de pibes que entraban y se hacía un cierre de fiesta junto con la gente que había ido ese día. Fue el 10 de enero de 1987, en la inauguración del Galpón del Arte. Ese día, el grupo de teatreros que se había mandado a esa aventura, comieron unos choripanes juntos a los amigos, conocidos y curiosos que se acercaron, y se presentó un ejercicio dramático titulado “El galpón”, escrito por Rodolfo Aldasoro, que recorría desde los orígenes del teatro hasta llegar a ese pequeño espacio. “Fue un comienzo con muchas dificultades porque éramos gente sin recursos, solamente con el trabajo y el respaldo de los que aportan, como hacen los clubes, esa conducta asociativa para sostener un lugar”, recuerda el actor y director Horacio “Ñoti” Martínez, uno de los que participó de esa experiencia.

En 1981 se funda el grupo de teatro Apertura. Todos eran militantes políticos y teatristas cercanos al activismo vinculado a los derechos humanos en épocas de dictadura. Martínez, que estuvo en la fundación, explica que el nombre era una expresión de esos anhelos y movilizaciones que llevaron a la apertura democrática en el ’83. El grupo funcionaba en la biblioteca Ameghino, un antecedente de la experiencia que se conoce como “La Biblio” y que reunió a un grupo de jóvenes del que surgió un equipo de fútbol único y múltiples experiencias culturales que van desde la Facultad Libre hasta revistas y librerías.

En septiembre de 1986, cuando se fueron de la biblioteca Ameghino y se quedaron sin lugar, decidieron alquilar un espacio que era del caudillo radical Osvaldo López, “quien tuvo un trato muy generoso con nosotros, porque estuvimos durante meses debiéndole el alquiler y jamás hubo un reclamo”. Ellos terminaron pagando las deudas y comprándole la propiedad.

Hoy el Galpón es un sitio de referencia en la ciudad, un punto de ebullición permanente y una usina de creatividad que se proyecta a toda la región. “La gente acompaña cada aniversario y cada evento como si fuera una pequeña partecita de la ciudad. Nos cuesta soltarlo, pero por suerte se ha desarrollado una actividad fundamentalmente a partir de la sala nueva que se construyó en el 2010, que eran tiempos donde había un apoyo importante del Instituto Nacional del Teatro”, reconstruye Martínez. Dice que la refundación del Galpón permitió renovar la dinámica y el tránsito de gente y eso contribuyó a fortalecer “una cierta autonomía, hay gente que lo transita y genera sus actividades y sus recursos que son los que permiten sostenerlo”.

“Es una ciudad paradojal, si bien es conservadora, estigmatiza y discrimina, también tiene un germen muy intenso vinculado a las actividades de los movimientos culturales. En aquel momento, en proporción, la actividad era intensa. Había un grupo de teatro en la biblioteca Alberdi, Atelana. Previamente había un grupo que se llamaba Arlequín, del cual salieron un montón de teatristas como Tito Vicentín, Tato Zattara, Oscar Barotto, Miguel Brandoni, Daniel Ayerza, y me olvido de varios, muchos de ellos siguieron haciendo teatro. Tato Zattara después estuvo entre los fundadores del Galpón del Arte”, describe Martínez. En el año ’94, ya con la propiedad comprada, sacaron la personería jurídica que lo convirtió en una Asociación Civil.

“Yo recorro el país teatral, y en Venado Tuerto hay mucha actividad, es muy intensa para la cantidad de habitantes que tiene. Obviamente hay una zona de influencia y esa gente participa, y tiene mucha actividad”, indica, y agrega que el teatro no es un fenómeno masivo, si bien genera una buena cantidad de actividades, y siempre ser actor en una ciudad que él define como “pueblo grande” implica ciertas dificultades y la señalización como “bicho raro”. “El movimiento venadense ha logrado instalar la idea del teatro a fuerza de prepotencia de trabajo, como decía nuestro querido Roberto Arlt. Eso ha generado que en la ciudad sea normal que haya actividad y una temporada teatral, es algo que en relación dialéctica con la gente fuimos construyendo”, apunta.

Antes se preparaban obras para cinco funciones. Hoy los grupos hacen 30 o 40 funciones y hay gente que vive y sobrevive de la profesión. “Va a haber mucho más porque hace cinco años funciona el profesorado de Teatro, que es una carrera terciaria, y se va a establecer con el tiempo una relación de cantidad y calidad, va a evolucionar. El conocimiento ligado a la actividad eleva la calidad de lo que se hace y la cantidad también”, dice.

El Galpón atravesó todos los gobiernos que se dieron desde el retorno a la democracia. Convivió con las singularidades de cada uno de los contextos políticos, económicos y sociales. Y resistió al turbulento cambio de siglo. Martínez detalla que cuando quisieron ampliar el espacio al cumplir 15 años, esa idea “se perdió a los quince minutos”. Eran los estertores del 2001, un momento que “nos hizo trizas como país, imaginate cómo estaba la cultura”. Aunque Martínez destaca la tradición resistente ligada a las actividades artísticas. Esa vocación de lucha les permitió retomar la idea en el 2009, cuando recibieron un subsidio del Instituto Nacional del Teatro.

“Nos tocaron los 12 años más hermosos que personalmente, que soy militante político además de teatrista, que me ha tocado vivir, con un impulso a la cultura que nunca vi en mi vida. Algo había hecho el alfonsinismo, pero después siempre fue una lucha enorme. El menemismo, aún con todo, había creado el Instituto Nacional del Teatro, allá por el año ’98. Pero en los gobiernos de Néstor y Cristina se le dio un empujón enorme. Acá en Santa Fe también hay un gran apoyo a las actividades culturales, el gobierno de la Provincia y el Municipio también. Nosotros vivimos buscando hacer papeles y planillas para que nos otorguen algún tipo de subsidio”, expresa.

El Galpón tiene algunos socios que, según Martínez, son lo “más valioso porque hacen un apoyo político, moral y social de relevancia”. La concesión del bar también suma parte en los fondos para sostener el espacio. “Hamlet le dice a su amigo Horacio: hay más cosas en el cielo y en la tierra que las que estudia la filosofía. Es decir, hay algo de misterio en estas actividades que hacen que la incertidumbre del vivir y del ser humano se vincule con el teatro, porque está fundado en esa búsqueda de sentido, en tratar de entender qué hacemos parados en este globo que gira alrededor del sol”, señala Martínez.

Con ese misterio se funda la actividad teatral, explica, y eso hace valer la pena porque “uno se reconoce y se interpela con los demás, es una ceremonia pagana y tiene ese valor que es ancestral, porque la gente va a verse a sí misma, a reconocerse o a pelear con lo que ve, y eso es algo ontológico”. Con ese misterio el Galpón alcanza los 32 años y continúa marcando una huella certera en la historia cultura de la ciudad.

“Ver la cantidad de pibes jóvenes que hacen teatro y que siguen tratando de entender este fenómeno y de cultivarlo, entonces uno va viendo que lo importante está en ese acto que es encontrarse, pelearse, reconciliarse, verse, y eso es lo que te proporciona el teatro. Es un hecho que sucede en vivo. Eso es lo que hace que valga la pena”, resume Martínez.

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