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DOS JOVENES QUE DESPACHABAN DROGA EN BUNKERS DE ROSARIO DECLARARON COMO VICTIMAS

bunkers y pibes(por José Maggi) La justicia federal entendió que ambos habían sido reducidos a la servidumbre ya que eran encerrados y obligados a la venta de estupefacientes. En muchos expediente aparecen chicos esclavizados en el interior de bunkers. Duros testimonios.

Por primera vez dos jóvenes que despachaban drogas en distintos bunkers de una misma banda declararon ante la justicia federal bajo la figura de víctimas: a partir de la intervención de la Protex (Procuraduría de trata y explotación) fueron considerados por la justicia federal rosarina que entendió que ambos fueron reducidos a la servidumbre. Los testimonios abundan con lujo de detalles en la forma brutal que menores de edad son secuestrados y obligados a trabajar para las bandas narco rosarinas. También permite analizar la cadena de complicidad policial en el entramado: allí se menciona en varias oportunidades a un ex jefe de drogas local -con amplio despliegue mediático- como quien arreglaba en efectivo con sus jefes para poder seguir operando con normalidad. Según el testimonio, de mediados de 2011, la banda reportaba al asesinado Luis Medina, y su socio un conocido ladrón de autos. La madre de ambos jóvenes le aseguro al juez Marcelo Bailaque que «no se puede salir de esta banda. A un pibe que se fue, lo rociaron con combustible y lo prendieron fuego». En muchos expediente aparecen chicos esclavizados en el interior de bunkers, cuyo objetivo no es protegerse de la policía, sino del ataque de otras bandas. El último caso que puso de manifiesto esta situación ocurrió el 12 de junio pasado cuando Rolando Mansilla, de 12 años, fue asesinado en la terraza de un búnker. El chico sólo contaba con un brasero y una manta.

Esta causa comenzó en agosto de 2011, cuando una mujer denunció que sus dos hijos, uno de ellos menor de edad, habían sido privados de su libertad y que le exigieron un rescate de dinero como rescate. Cuando pudieron escapar y declararon ante la Fiscalía Federal Nº 3 de Rosario. De esa manera, se determinó que la organización se dedicaba a la venta de drogas en distintos puntos de la ciudad, que utilizaban a niños, niñas y adolescentes menores de edad, a quienes habrían mantenido encerrados en los bunkers y los obligaban, mediante amenazas, a vender la droga en condiciones infrahumanas.

Uno de ellos Darío, narró que todo empezó en abril de 2011 cuando » un amigo me citó debajo del puente de Cerrito y Circunvalación. Pensé que era para trabajar con otra gente. Estaba el Gringo. Lo conocía de antes. Vive frente al bunker de Felipe More y Uruguay. Me llevaron ahí. La casa del Gringo es toda de chapas. Ahí es donde se juntan los jefes: Víctor, el Ema y el Gringo, estos dos últimos son los encargados de buscar la recaudación y llevar la mercadería (droga) a los bunker…Bajan mucha mercadería como faso, alita y hachís. También son los encargados de golpear a la gente. En ese búnker me hacen pasar, y cuando estoy adentro veo que están Víctor, Ema y Quique y me empiezan a pegar. Me dicen que me pegaban porque les había robado plata, y que si no lo hacían iban a matar a mi hermano».

«En el búnker que estaba se vendían cuarenta mil pesos por un turno de 12 horas. Este bunker de calle Felipe Moré tiene cámara por fuera, y uno desde adentro ve si viene alguien. Adentro te dan un handie asi que si uno ve un movimiento extraño, les avisa a los que están afuera y ellos , llaman a la comisaría porque están arreglados con la 20º y con la 32º.

Este bunker es una construcción que tiene una puertita chiquita que hay que agacharse para poder entrar. Sus dimensiones son como una pieza grande de cuatro por cuatro metros. Adentro no hay nada salvo un mueble para apoyar la mercadería, abajo tiene una silla. No tiene baño. Para mear se hace en una botella. Podés salir, vos podes abrir la puerta, pero si salís te hacen boleta, esas son las órdenes. Son más importantes la gente de afuera, que los de adentro.

La reducción a la servidumbre de Darío, comenzó con su secuestro en ese bunker que describe tan claramente. «Cuando me secuestraron no me daban de comer ni de tomar, y no me dejaban ir al baño. Además me golpeaban. Estuve secuestrado desde el jueves hasta el sábado Decían que les había robado tres mil pesos».

Sin embargo cuando la madre de Darío les dijo que iba a ir a denunciarlos, lo dejaron salir. «Volvé a la noche porque sino te vamos a buscar. Como no volví al otro día fueron a mi casa y me corrieron a tiros. Me escondí en la casa de un vecino y no me encontraron».

Puesto frente al juez Bailaque, Darío relató las condiciones en las que lo obligaban a despachar drogas. «Los turnos son de doce horas, sin baño, amenazados que si salimos nos matan, sin comer ni tomar nada. No me pagaban a mí porque decían que yo les debía plata. Me acusaron de haberles robado tres mil pesos. Era mentira, fue otro pibe. Si durante el turno uno consumía algo de la mercadería se generaban deudas y te lo cobraban como si se lo vendieras a cualquiera».

«Siempre estuve en el bunker de Felipe Moré. Al arrancar el turno te daban una determinada cantidad de mercadería con el precio. Al finalizar el turno de ellos te sacaban la cuenta de lo que faltaba de mercadería y los fajos de miles y te tenía que dar exacta la diferencia. Si faltaba lo pagabas vos», reveló el joven.

Darío afirma que sus jefes » tienen arreglos con la policía. Uno de ellos es el comisario G. S. de Drogas Peligrosas. Fue muchas veces al búnker y le daban plata delante de nosotros».

Su hermano Fernando, que tenía 17 años entonces, también declaró que «con la excusa de que mi hermano les debía plata, me llevaron a un búnker de barrio Godoy, cerca de una escuela con rejas verdes. Unos amigos y amigas me ayudaron a escapar de ahí, donde me pegaron muchos dias».

«Del búnker no se puede salir, porque te tiran los que están afuera. Si hay problemas se les podía disparar a todos, menos a la policía».

Los bunker no tienen piso, los turnos son de 12, 24 y 48 horas. No nos dejaban comida, agua, ni nada y no había salida al exterior. No tenés para sentarte ni acostarte. Todo el tiempo tenés que estar parado. Te sacan el celular y no te dan ninguno para comunicarte. La superficie era de dos por dos metros. Estábamos amenazados para seguir yendo. No nos pagaban y nos generaban deudas. Si uno consumía algo por 10 pesos te lo cobraban 100 pesos».

La causa tuvo un final deseable: el juez Bailaque procesó a cuatro hombres, que por primera vez fueron acusados de trata de personas con fines de reducción a la servidumbre. También les dictó la prisión preventiva a tres de ellos y les embargó los bienes hasta cubrir la suma de 20 mil pesos por cada uno. El pedido había sido realizado por el fiscal Mario Gambacorta, interinamente a cargo de la Fiscalía Federal Nº 3 de Rosario, quien los acusó de haber captado a los hermanos, uno de ellos menor de edad al momento de los hechos, con fines de «una explotación equiparable a una reducción a la servidumbre mediante la utilización de violencia física y amenazas» (Página 12).

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