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viernes 26 abril 2024
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Apertura de mercados para exportación cárnica: ¿impacta en la realidad del Swift Venado Tuerto?

ex cepa(Por Lucas Paulinovich para PUEBLO Regional WEB). Estados Unidos levantó las restricciones a la importación de carne argentinas impuestas tras el brote de aftosa de 2001. En 2007 el país ya había sido declarado libre de esa enfermedad, sin embargo, el reconocimiento comercial se tardó ocho años en concretarse. La decisión implica la apertura de un mercado que, según estimaciones del Ministerio de Agricultura, permitirá exportar 280 millones de dólares. Es una acción de cumplimiento tardío que repercute favorablemente en la Argentina y permite actualizar los términos de la política de producción de carne nacional. Sin embargo, en el qué hacer con esa noticia radican las diferencias.

La dirigencia patronal del sector festejó moderadamente la noticia y recalcó las medidas centrales de su programa político, promovido en plena campaña desde los variados congresos, ferias y actividades que llevan a cabo directamente o canalizadas por distintas organizaciones, fundaciones y centros de estudio allegados, donde dejan constancia de la necesidad de avanzar hacia una liberalización de la producción y comercialización agropecuaria. La noticia de un nuevo mercado siempre es una buena noticia: el asunto es qué tipo de relaciones se establecen.

“El futuro del sector se define en las próximas elecciones”, afirmó el titular de la Sociedad Rural, Luis Etchevere, dejando en claro su posición. Mientras tanto, en Santa Fe, Chaco, Córdoba y Buenos Aires se llevaban a cabo protestas que aglutinaron a productores de distintas escalas y rubros. Las movilizaciones no fueron demasiado grandes, pero cristalizan algo: la política agraria –eje central en la economía nacional- es utilizada como una de las herramientas principales para influenciar al futuro gobierno: la posición que domina en esos espacios y se concreta en las demandas públicas para el futuro es la del empresariado surgido con los agronegocios, entre los que se cruzan intereses de los grandes productores de granos, la franja más concentrada de los ganaderos, las empresas productoras y comercializadoras de insumos, y las grandes multinacionales (cerealeras, semilleros, industrias biotecnológicas, exportadoras).

Desde ese núcleo integrado por los sectores más tradiciones del campo argentino combinado con los nuevos empresarios del agronegocio (afines a la especulación financiera y la gestión, sostenidos en el impulso biotecnológico y el saber científico volcado a la búsqueda de rendimiento y rentabilidad) que asume la representación de todo el sector, que es diverso y enfrenta distintas problemáticas, proponen una sola salida: reducción y eliminación de retenciones, y desregulación del mercado agropecuario. El problema ganadero queda reducido a esas consignas.

Al otro lado del tractor 

Detrás de esa escenificación queda la realidad del sector ganadero, que desde el 2006 atraviesa una crisis -con niveles de acentuación contundentes- que retrotrajo a la Argentina de su lugar histórico entre los primeros exportadores mundiales, hasta dejarlo por fuera de los primeros diez en la exportación de carne a nivel global, superado por vecinos tradicionalmente en puesto inferiores, como Paraguay y Uruguay.

La intervención del Estado en la producción ganadera no pudo detener el achicamiento y la concentración, sino que en muchos casos, terminó favoreciendo ese ciclo de expulsión de la pequeña escala, concentración de la producción y de la industria frigorífica, y predominio de los intermediarios. En 2005 la Argentina exportó 771 mil toneladas de carne, en solo un año cayó a 565 mil toneladas: la caída continuó hasta llegar a pisos de 204 mil toneladas. Las cantidades exportadas fueron acompañadas por la retracción en el valor de las exportaciones, a pesar del aumento de los precios, que no compensó la diferencia por la disminución del volumen. Ese ciclo se reprodujo en la caída del rodeo nacional y la sistemática liquidación de vientres (madres para la cría, lo que ralentiza el ritmo de recomposición del stock) que agrega una dificultad al escenario.

El avance de la frontera sojera –el boom de los agronegocios- corrió a la ganadería hacia territorios inusuales y no siempre óptimos, dejando en el camino a una gran cantidad de productores que abandonaron la producción. La prioridad en el sector agropecuario fue la expansión de las tierras disponibles para los granos. Esto motivó, además del desplazamiento, la introducción de nuevas formas de producción adecuadas al esquema de concentración que se fue gestando: los feedlots son la imagen icónica de ese proceso. En esa distribución los frigoríficos pasaron a ocupar un rol fundamental en el mercado interno y, por lo tanto, en la producción de carne en la Argentina. El cierre del exSwift en Venado Tuerto, preparado para la producción de cortes exportables, fue parte de ese giro hacia el abastecimiento interno.

En esa geografía productiva, la intermediación, que saca las vacas del campo y la traslada por el resto de la cadena de producción hasta llegar a la carnicería, fue un factor de peso: la industria frigorífica recibió a partir de 2005-06 un fuerte desembarco de capitales brasileños que llegó a manejar gran parte de las decisiones sobres quiénes producían y cómo llegaba y a qué precio la carne que comemos, ligando los intereses con los supermercados y los distribuidores, intercambiándose entre sí los distintos rubros dentro del negocio de la carne: desde los cortes que se exportan, los que circulan en el mercado interno, hasta los congelados y productos industrializados.

La disputa por la política agropecuaria

La producción de carne, pese a todo, muestra algunos signos alentadores en las últimas campañas con buenos promedios de kilos producidos por hectárea y ganancia de peso de los animales. Los buenos síntomas, obviamente, repuntan las operaciones políticas para determinar los pasos a seguir en la producción ganadera. En ese sentido, en el último tiempo la Argentina adoptó una línea de alianza comercial con China y Rusia, dos mercados con un altísimo potencial de demanda de alimentos. A partir de la subscripción de acuerdos de intercambio, en 2013 la Argentina sostuvo una importante parte de sus exportaciones con la venta a esos dos países: en el mismo periodo que cayeron las ventas a Brasil y la Unión Europea –compradores habituales-, las exportaciones a Rusia y China crecieron, en un 66% para el primero, en más del 100% para el asiático.

El levantamiento de las restricciones norteamericanas se inserta en ese contexto de tensiones internacionales, e implica la apertura de un nuevo mercado que incrementará los ingresos por las ventas externas y permite volver a abrir un horizonte a la producción ganadera. Pone en discusión el modelo de producción que se propone y, en definitiva, la alimentación de todos: repoblar el campo de vacas y animales, es generar fuentes de trabajo regionales y dar lugar a mercados de cercanía, acercando la producción a la vida de los pueblos. Una decisión comercial firmada en Washington puede repercutir en la vida de la región: en el centro de eso se cultiva la política.

Los sectores emergentes de esa nueva composición de la producción ganadera y los grandes productores, ambos beneficiados de la sucesiva concentración, proponen abrir totalmente las puertas y reconstruir la argentina ganadera, de grandes estancias y prioridad exportadora. Un marco de menor intervención estatal y desregulación ampliada, significa consolidar aún más su posición. Por eso ven con buenos ojos la noticia de la apertura de mercados, pero advierten sobre la necesidad de disminuir la presencia del Estado. Nada dicen del modelo productivo: del cómo, quién y para qué se produce. Lo que queda en juego es la renta que genera la exportación.

 

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