Una bala perdida. Estar en el lugar y momento equivocado. El enrarecido clima de violencia actual. Al fin y al cabo, el destino. Todo esto podría justificar la muerte de Brian Britos, el joven de 16 años que recibió un balazo en el pecho en la madrugada del 15 de octubre, en el barrio Villa Casey de Venado Tuerto. Hoy el tema vuelve a ser noticia porque Ezequiel Irusta, el presunto matador, se entregó esta madrugada a la policía.
Tras la penosa muerte de Brian, en medio de un tiroteo en el que no tenía nada que ver, se comenzaron a cruzar acusaciones entre los distintos poderes, las instituciones que recordaron su eterna letanía sobre la inseguridad y el dolor de una familia que sufrió una pérdida irreparable y otra, la del supuesto matador, que no encuentra explicación a lo sucedido.
En este punto vale destacar que los “vecinos del llaverazo” no hicieron ningún tipo de comentario al respecto. Al parecer, la muerte de un adolescente de un barrio periférico no merece que la “sociedad se movilice”. Estos ciudadanos preocupados por cuidar sus intereses y los bienes materiales que tanto cuestan conseguir, consideran más valioso proteger sus miserias terrenales, a defender la vida de sus conciudadanos.
En los distintos “llaverazos” que se hicieron a lo largo del año en Venado Tuerto, el último en extremo politizado, desde Pueblo Regional se criticó la preocupación materialista de los integrantes de este movimiento que, sin embargo, jamás habían movido un dedo en reclamos sociales más profundos, que quizás hoy les darían la tranquilidad de tener una comunidad menos convulsionada por los robos y asaltos.
Muchas voces se alzaron en los últimos días tratando de explicar porqué Brian cayó herido de muerte esa lamentable madrugada. El senador Lisandro Enrico consideró que se trató de una situación “evitable” si la Justicia hubiese actuado de otra manera, dado que el matador sería un joven con varias causas abiertas que por esos días tendría que haber estado en prisión.
“Hubo un fallo de la Cámara de Apelaciones que decidió de esta manera, por eso le pido a los jueces que tengan el criterio de proteger a la sociedad y no liberar a personas que son totalmente peligrosas, como se demostró en este caso. Estoy preocupado al ver que la Justicia le da la libertad a una persona que tiene más de 20 causas abiertas y a pesar del pedido de la Fiscalía de que se dé prisión preventiva”, argumentó Enrico.
Desde la Cámara de Apelaciones en lo Penal, el presidente Tomás Orso cargó las culpas sobre la fiscalía actuante “que nada solicitó cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, aun cuando el tribunal de primera instancia incorporó en fojas precedentes los antecedentes que registraba el imputado: más de 20 causas acumuladas durante un lustro, lo que demuestra la ineficacia de un sistema que ni siquiera generó la sentencia de una condena, ni las posibles prescripciones de acción penal”.
La otra voz que se escuchó por estos días es la del Centro Comercial e Industrial venadense, que a través de un pedido de publicación aseguró que “la sociedad no puede permitir que al amparo de teorías penales garantistas o modernas, o como quieran llamarlas, delincuentes y asesinos caminen libres en la calle al lado de nuestros hijos”.
En la misma línea la entidad presidida por Sergio Druetta afirmó que “la Corte y las cámaras deben ser más estrictas, restringiendo al máximo el actual otorgamiento ilimitado de excarcelaciones, en lugar de decir que ello es inconstitucional y mirar para otro lado. Que la injusta muerte de un joven de 16 años no sea inútil, y haga que los ciegos de criterio vean la realidad y nos defiendan”.
Dolor de padre
Lejos de las opiniones demagógicas, se instaló Orlando Irusta, padre de Ezequiel, el presunto matador de Brian que esta madrugada se entregó a la policía luego de permanecer una semana prófugo: “Me gustaría que la gente antes de hablar piense que yo estoy sufriendo, que la madre está sufriendo. Nosotros hicimos todo por Ezequiel, le brindamos la vida, hemos trabajado día y noche para hacer de él una excelente persona, pero lamentablemente se desvió. Nosotros no tenemos la culpa, la culpa es de la sociedad que calla muchas veces, y hoy grita porque hoy mataron a un nene con una bala perdida”.
El padre del joven que habría sido el autor del disparo fatal afirmó: “Ahora todos hablan, pero en 15 o 20 días nadie se va a acordar de este hecho, como ha ocurrido con tantos otros casos de gente que ha muerto. Quiero que la gente sepa que mi hijo está enfermo, es adicto a las drogas, y yo golpeé muchas puertas, y algunas se abrieron pero otras se me cerraron. Hoy yo le pido a la sociedad que hagamos algo por nuestros hijos, no permitamos que sigan vendiendo droga en el barrio”.
“Mi hijo era abanderado en la escuela, y la droga me lo mató en vida. Me mató a mi, a la madre, porque todos estamos muertos después de esta desgracia”, dice Irusta, con la voz quebrada.
Vidas cruzadas, balas perdidas, el rumbo torcido en un instante y la desgracia que golpea la puerta. Brian está muerto, Ezequiel entre rejas. Las dos familias partidas al medio, y la sociedad, una vez más, mostrando su hipocresía. “Pal rico mucha campana, pal indio mucho silencio, pareciera que chirola tira la soga e los muertos”, canta Orlando Vera Cruz la poesía de Julio Migno, y en Venado, parece que con los llaverazos pasa lo mismo…
Por Pablo Salinas
