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Ojos en el cielo

(Eduardo Blanco – La Capital) Se llaman Nicolás Demarchi, oriundo de Venado Tuerto, y Nicolás Brignone, de María Juana, dos jóvenes que se unieron al conjunto de especialistas que, desde hace unos años, coloca en órbita terrestre a pequeños artefactos que prometen revolucionar el mundo de la tecnología espacial y desde allí colaborar con la disponibilidad de imágenes y video de alta resolución en tiempo real.

El proyecto, basado en la utilización de pequeños satélites (nanosatélites), promete desarrollar una red de ojos sobre nuestro planeta para aportar soluciones a un nuevo mundo de aplicaciones. «Imagine tener la posibilidad de ver las fronteras y los movimientos de los vehículos, detectar el desarrollo de los incendios de bosques, el movimiento de piratas frente a la costa de Somalía, observar el número de vehículos en el estacionamiento de un supermercado para estimar los ingresos, identificar la onda expansiva de un tsunami, o monitorear la tala ilegal en el Amazonas», reza la carta de presentación de la compañía Satellogic, para la que trabajan los santafesinos.Foto 1

«Esta es una empresa creada hace poco más de cinco años con el objetivo de trabajar en la industria aeroespacial y básicamente en la obtención de imágenes de la Tierra. La idea es montar una red de sensores que nos permitan analizar el planeta y entender qué está pasando con diferentes aplicaciones», explicó Demarchi a LaCapital.

Lanzamiento. La compañía lanzó hace unos años al espacio pequeños satélites para validar la tecnología utilizada. El primero fue el denominado «Capitán Beto», luego enviaron «Manolito» y posteriormente «Tita», los primeros artefactos que no tenían aplicación comercial pero si educativa y confirmaba que podían comenzar las siguientes etapas del gran proyecto.

«Hay una gran diferencia entre esta empresa —según la concibió su fundador, Emiliano Kargieman—, y el resto de la industria aeroespacial. Cualquier misión o construcción de satélites conlleva muchos años de ejecución, tecnología especial dedicada para esa industria y tecnología de calidad militar», explicó Brignone y añadió que «en este caso se construyen satélites con elementos que se consiguen fácilmente, que no están probados en el espacio y por lo tanto son más económicos».

Los nanosatélites pesan unos 35 kilogramos, su estructura exterior tiene unos 40 centímetros por lado y 80 de altura y orbitan a 500 kilómetros de la superficie terrestre. «Para que se pueda comparar con facilidad debemos imaginar que nuestros satélites tienen el tamaño de un secarropas y los tradicionales el de un auto o más», señaló Demarchi. El costo de construcción en relación a los tradicionales es muy bajo y permiten obtener imágenes de alta resolución, equivalente a un metro cuadrado por píxel (la menor unidad homogénea en color que forma parte de una imagen digital). Según estiman los constructores, la vida útil de cada artefacto ronda los tres años.

Los primeros lanzamientos permitieron además conocer el comportamiento de los materiales utilizados, cómo son afectados por la radiación y cómo soportan las condiciones extremas a los que son sometidos en el espacio. Todos los componentes que utilizan en la construcción son fabricados en la misma empresa y los tiempos que demanda la manufactura de un satélite son insignificantes respecto a los que requieren los tradicionales. «A los últimos dos los hicimos en un año y medio, contando desde el inicio del diseño hasta el lanzamiento», ejemplificó Demarchi.

Esto permite a la empresa «democratizar» la información proveniente del espacio de la mano de los nuevos satélites y ofrecerla a un costo considerablemente más bajo que los sistemas existentes hasta la actualidad. Como ejemplo, Demarchi mencionó el caso de la tecnología aplicada a la agronomía. «Hoy en día un productor agrario no puede contratar un servicio de imágenes para evaluar su campo porque tendría un costo equivalente a su campaña de siembra. Entonces el precio resulta para él inalcanzable. Con este sistema lograremos que pueda adquirir la información cuando la necesite, en forma regular y sustentable», indicó el especialista y agregó que además «la empresa ofrece no sólo las imágenes sino también un servicio de interpretación de la información colectada».

Los pioneros. Con pocos predecesores, esta compañía envió al espacio los primeros nanosatélites comerciales de la argentina. El 26 de abril de 2013 puso en órbita al primer «pequeño» que fue lanzado desde el Centro Espacial de Jiuquan, en China, y su nombre oficial es CubeBug-1, pero fue apodado «Capitán Beto», como la canción del grupo Invisible. Sólo pesa dos kilogramos. Es monitoreado desde el Radio Club Bariloche y permite que radioaficionados de todo el mundo descarguen los datos que genera y transmite. Fue concebido con fines educativos.

El 21 de noviembre del mismo año puso en órbita el nanosatélite «Manolito», por el personaje de la tira cómica Mafalda. Fue lanzado desde una plataforma en Rusia con un cohete Proton. Está fabricado con más del 80 por ciento de componentes argentinos. Posee una cámara fotográfica de 20 megapíxeles para obtener fotografías de la Tierra, un GPS desarrollado por la empresa argentina y una carga para que los radioaficionados puedan localizarlo y dejarle mensajes. Es monitoreado desde dos estaciones terrestres ubicadas en Bariloche y en Tortuguitas, Buenos Aires.

El 19 de junio de 2014 lanzaron el satélite BugSat 1, «Tita», en honor a Tita Merello, desde la base aérea Dombarovsky, Rusia, mediante una lanzadera Dnepr12. Es un satélite de demostración tecnológica.

El 30 de mayo último se lanzaron los satélites de observación terrestre ÑuSat 1 y 2, son dos artefactos idénticos apodados «Fresco» y «Batata», que comenzarán a operar comercialmente y marcaron el inicio de una «constelación» de satélites que brindarán servicios a diferentes clientes. Fueron enviados al espacio desde China a bordo de un Long March 4B.

«Esto de la constelación es importante porque en la medida en que sumamos aparatos al espacio achicamos el tiempo de refresco de la información», indicó el venadense, y explicó que «esta no es la única empresa que se dedica a esta actividad. En el mundo hay dos o tres compañías que se compran entre ellas y mutan de nombre. Entonces es difícil determinar cuántas competidoras tenemos. Lo que sí sabemos es que estamos en muy buena posición porque es la primera en terminar los proyectos y poder ingresar a la etapa comercial».

Sin embargo, con la intervención en diversas etapas del Ministerio de Ciencia y Técnica de la Nación, Sistema Científico Tecnológico Nacional, el Invap (la firma rionegrina de innovación tecnológica), el Conicet y la Comisión Nacional de Energía Atómica, entre otras instituciones, Satellogic se constituyó en la empresa argentina pionera en comercializar sus servicios y ya planifica el próximo lanzamiento para noviembre de este año y otros dos para el primer semestre de 2017.

«El objetivo a mediano plazo es completar una constelación de 25 satélites, que llamaremos El Aleph en honor a nuestro Jorge Luis Borges, y el de largo plazo es colocar unos 300 artefactos en el espacio, con lo cual el lapso de revisión de un punto determinado de la Tierra sería insignificante, casi en tiempo real», remató Demarchi.

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